lunes, febrero 22, 2010

el crimen de la Calle de la Cabeza - B.P. Galdós



"Vulgarmente se cree que en la calle de la Cabeza no ha pasado nunca nada digno de contarse. Por el contrario, es una calle trágica, quizás la más trágica de Madrid. La tradición que le da nombre, y que no carece de mérito en lo que tiene de fantasía, es como sigue: Vivía por aquellos barrios un cura medianamente rico. Su criado, por robarle, le asesinó, cortándole ferozmente la cabeza, y con todo el dinero que pudo encontrar huyó a Portugal. No fue posible descubrir al autor del crimen, y enterrado el clérigo, bien pronto su desastroso fin quedó olvidado. Pero el asesino, después de haberse dado muy buena vida en Portugal durante muchos años, volvió a Madrid hecho un caballero, aunque no tanto que olvidase su primitiva condición de criado. Solía ir él mismo al Rastro todas las mañanas a hacer su compra, y un día adquirió una cabeza de carnero. Llevábala bajo la capa, y como chorreaba mucha sangre, que iba dejando rastro en el suelo, fue detenido por un alguacil, que le mandó mostrar lo que oculto llevaba. ¡Horrible espectáculo! Al echar a un lado el embozo, el criado alargó en la derecha mano la cabeza del sacerdote a quien le diera muerte.
¡Milagro, milagro! Este fue el grito general. Confesó todo el asesino y le llevaron a la horca, acompañado de la cabeza del sacerdote que había sido de carnero, y cuya vista horrorizaba y edificaba juntamente al pueblo. Murió, según dicen, con grandísima devoción y arrepentimiento, y hasta que no entregó su alma a Dios, no recobró la testa del cura su primitiva forma carneril. Felipe III, que a la sazón nos gobernaba, mandó labrar en piedra una cabeza que se puso en la casa del crimen para memoria de aquel estupendo suceso."


Así termina esta sabrosa Leyenda que Galdós nos cuenta en su Episodio Nacional EL GRANDE ORIENTE (1875); leyenda que al leerla no podemos evitar asociar a la casi idéntica transformación que ocurre en Los Ladrones de Cadáveres de Stevenson, en donde también la conciencia del protagonista hace de catalizadora de la asombrosa transmutación. En cambio en El Corazón Delator de Poe -relato al que también nos recuerda esta leyenda madrileña- la conciencia del asesino es más discreta, y sólo le atormenta dentro de su mente. El elemento fantástico queda allí completamente soterrado bajo la locura del protagonista, quien, como el criado que asesinó al sacerdote, también se regodea creyendo imposible que descubran su crimen.

nota: imagen, cartel de la Calle de la Cabeza (Madrid), que hace alusión a la leyenda.

2 comentarios:

Desbrothy dijo...

Bueno, solo espero que si algún día un "alguacil" me pide la documentación, esta no se convierta en mi "declaración de la renta"...

Siempre aprendo algo con usted. Un saludo

M. Imbelecio Delatorre dijo...

¡¡no hay alguaciles que valgan!!