martes, marzo 06, 2007

Pornocienta

Había en un estudio de cine porno de Los Ángeles, California, una joven muy bella, pero que siempre estaba con la fregona en las manos porque era la limpiadora del local. Tenía dos hermanastras –que eran, al igual que ella, propiedad del mafioso productor, magnate del estudio – y, aunque eran más feas que Erocienta (que así se llama nuestra heroína), tenían la suerte protagonizar casi todos los éxitos de aquel sello cinematográfico; eran las pornostars de aquella factoría de pelis guarras.

-¡Qué desgraciada soy! – solía decirse Erocienta, que, aunque era hermosa, no estaba nada sexy vestida con su uniforme y su delantal de limpieza - ¡siempre limpiando las cochinadas que protagonizan mis hermanastras de estudio!

Un día el mafioso propietario de todo aquello decidió invertir mucha pasta para realizar una película estelar: “Será una cinta con los actores y actrices más hermosos y lozanos… ¡quiero conquistar el mercado europeo, que es más exigente!”. Así que trajo de Europa a Marco Varessi, que era considerado el príncipe del cine erótico.

Erocienta le preguntó al mafioso si podía darle un papelito en la superproducción, aunque fuera de extra en una escena de orgía . El productor le dijo que nones, que no quería tener problemas con la justicia debido a su edad – a Erocienta le faltaban unas semanas para cumplir los 18 -, así que le dijo que fregase aquello hasta que quedase nomás como los chorroforos (el mafioso era hispano, así era como decía él “chorros del oro”).

Erocienta, fregando aquella noche para que todo estuviera reluciente al día siguiente, suspiraba lamentándose de su desdicha, cuando se le apareció su hada madrina.

-¡Eh, usted es Cindy Kisses, la megaestrella del cine erótico de los ochenta!
-Así es, pero ahora no soy más que una vieja gloria alcohólica y drogodependiente; y como me acaban de pasar un par de dosis, puedo hacer cosas mágicas. Por esta noche seré tu hada madrina.

Después de enrollarse con Erocienta (y tras lavar la varita mágica), le transformó, merced a la magia, el delantal en un delicioso conjunto de lencería, la fregona en un látigo, y el cubo en una limusina.

-Recuerda – le advirtió Cindy Kisses, hada madrina por un día – el efecto de las drogas se pasa a medianoche. Has de estar fuera del rodaje a medianoche.

Después de enrollarse con ella otra vez, Erocienta se dirigió al estudio desvestida de forma imponente . El cutre director, el productor mafioso, las hermanastras y demás chicas propiedad del estudio, quedaron admirados de aquella chica tan guapa y tan bien desvestida que acababa de entrar. El gañán Marco Varessi se relamía mirándola. Y, aunque los decorados eran en plan ciencia–ficción y Erocienta iba vestida más a lo clásico, la integraron en la película sin mayor problema, dándole el papel protagonista, el de una de las doce chicas que se enrollaban con Marco.

Lo pasó genial… pero pronto sonaron, en mitad del rodaje, las doce en el reloj digital de uno de los actores, así que se marchó corriendo sin dar explicaciones, dejando a Varessi cariacontecido, triste. Pero el príncipe del cine erótico descubrió que a Erocienta se le había caído un anillo de plata de esos que algunas livianas se ponen en el dedo gordo del pie. Observó que el anillo era chiquitito, como los pulgarcitos de Erocienta.

Marco Varessi ideó un plan para saber quién era la desconocida: decidió enrollarse con todas las chicas de Los Ángeles para poder probar a todas aquel anillito, cosa que aun está haciendo en sus ratos libres entre rodaje y rodaje.

Va por la 320.937.

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