sábado, junio 10, 2006

Superstición de ida y vuelta. (Cuento)

(En el confesionario)

-He hecho algo realmente horrible, padre.

-Te escucho, hija.

-Quise escarmentar a ese tipo que vive en las afueras del pueblo. Ese al que todos odian. El bizco y contrahecho ese que, con sus males de ojo, hace que nuestros terneros nazcan muertos y nuestros niños enfermen; que nos martirice el reuma y nuestros maridos se emborrachen y nos peguen...

-Ese tipo al que te refieres tiene un nombre. Se llama Julián, Julián el Molinero, Y él no hace nada de eso que dices: tan sólo es un desgraciado, un pobre diablo condenado a la soledad que...

-(interrumpiéndole) el caso es que como mi hija vuelve a estar con fiebres, quise pagar al Bizco con su misma moneda. Así que hice lo que me aconsejaba Juana la de Loredo . Dijo que para maldecir a alguien para siempre, sólo tenía que quemar una Biblia, recoger las cenizas, y esparcirlas por alrededor de la casa donde vive la persona a la que queremos condenar. Así que cogí una vieja Biblia que fue de mi padre, la llevé al campo para que ni una sola ceniza se quedara en mi casa; busqué durante un rato unas piedras con la forma adecuada para recoger los restos de la quema, y finalmente le prendí fuego. Ardió en unos minutos. Pero, ¡ay, don Joaquín!, ay, que cuando voy a recoger con el badil las cenizas en una bolsa, veo que, a pesar del vigor y rapidez de la combustión, no se había consumido el libro por completo. Un pequeño trocito blanco había quedado sano, sin convertirse en ceniza... y qué susto, qué terror me invadió - mire cómo tiemblo aun-, cuando vi que en ese minúsculo pedacito blanco rodeado por un borde negro de ceniza y tan pequeño como una astillita, podía leerse una única palabra: "MORIRÁS" (rompe en sollozos. Al rato, continúa) me he condenado, padre... Dios me ha castigado por quemar el libro por él escrito...

(Tras un momento de silencio, se oye la voz del padre desde la oscuridad el confesionario, grave, severa) - Hija... nunca supuse que.... malditas supercherías, hacen aun más mezquina a la gente de este pueblo... ¡qué ocurrencia: quemar una Biblia! (tras otra pausa, más larga que la anterior, con una voz que traslucía menos enfado y quizá algo de socarronería, habla al fin, entre los tenues llantos de la penitente):

-No voy a negar, no, que es una maldición bastante grave la que ha caído sobre ti. La infalible profecía que recogiste entre las cenizas , "morirás", hace sospechar que con toda certeza, sin que intervenga el azar, se cumplirá inexorablemente, de un modo u otro, tarde o temprano, lo en ella enunciado (aquí el lloro de la mujer aumentó, agudizándose en dolor. El cura carraspea). Pero un autorizado ministro de Dios puede ayudar al más desamparado. Incluso al maldito. Veo la luz que te ha de librar de la obscuridad en que te hayas. Veo el remedio para romper ese funesto hechizo. Sólo tienes que hacer un pastel de manzanas, un sabroso pastel de manzanas, que sé que te salen muy ricos, ir donde el pobre Julián el Molinero vive, y dárselo. En el instante mismo en que lo hagas, te verás libre de la maldición divina.

La mujeruca, casi sin despedirse del cura, voló a su casa con la idea de hacer el más grande, exquisito y dulce pastel de manzanas que hubiera hecho en toda su vida.

NOTA: imagen, Lo Que Puede un Sastre! , sanguina y aguada roja (1798) de Goya (1746-1828)

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