jueves, enero 12, 2006

AMOR IDEAL (cuento)


- AMOR IDEAL -

Tras tres largos meses de pastoreo en la montaña, regresan al pueblo los tres hermanos Rocín.

Apenas se acerca a su hogar el rumor de las bromas y carcajadas que iban profiriendo cuando sale disparada de la casa la seña Engracia, su madre, y comienza a arrastrar a empellones a sus tres hijos en dirección a la iglesiuca de la aldea.

-¡Hale, Don Julián, confiésemelos, haga el favor!

-Vayan pasando de uno en uno – dijo el orondo sacerdote, con su voz aflautada y mirando a los tres pecadores con cara de mala comunión, antes de esconderse entre las frías sombras del confesionario.

Acercóse a la celosía el mayor de los tres, Olegario, de edad veintiuno. Arrodillóse y tragó saliva. Tras el avemaríapurísima-sinpecadoconcebida de rigor, se sumió el lozano gañán en un nervioso silencio del que parecía no saber salir. Le echó un cabo el confesor, espetándole:

-¿Tienes pecados carnales?

Desde donde se encontraba la Engracia y sus dos hijos (cerca de la puerta del templo), llegaba de la confesión de Olegario apenas un audible susurro, como el murmullo del agua de un regato algo lejano. Pero, reverberando en las tranquilas paredes de la iglesia, distinguíanse, a pesar de la debilidad con que eran pronunciadas, inconexas palabras:

-… … … pecado… … … ardores… … … desfogar… … … oveja...

Tronó la voz de Don Julián rompiendo aquel sagrado silencio. Salió del confesionario, agarró a Olegario de los pelos y lo arrastró fuera del santo edificio con tanto ímpetu que la seña Engracia y sus dos hijos tuvieron que apartarse para que no los aplastara el iracundo y obeso sacerdote. Con una voz que recordaba el pitar del silbato del jefe de estación, bramó:

- ¡Largo de la Casa del Señor…!¡Bestia, más que bestia…!¡Animal!¡Bruto!¡En la cuadra te encerraba yo…!

Cuando se cansó de soltar cumplimientos en el soportal, dijo volviendo hacia el confesionario:

-¡Será burro…! A ver, ¡pase el siguiente!

Acercóse Tante temblequeándole las piernas, el mediano del grupo, de unos dieciocho años.

Tras unos preliminares similares a los anteriores, espetó el cura la misma pregunta, y llegaron donde estaba la madre, como antes, a través del sacro silencio, sobresaliendo del tenue murmullo, sueltas palabras:

-… … … calor… … … tirantez… … … remedio… … … oveja

La espita por donde antes había salido la rabia de Don Julián debió de ser demasiado estrecha y no pudo permitir que aquella pasión fuera expurgada por completo. De forma que es la adición de cóleras lo que explica que esta vez el cura, indignado, estallase como una bomba, gritara como el pito de la locomotora, y arrastrara fuera al pobre Tante, dejándolo con una cuarta más de orejas.

Después de soltar al muchacho algunas lindezas parecidas a las que había soltado a su desdichado hermano, volvió don Julián, moviendo con pesadez la negra panza, y gruñó desde las sombras:

-¡…pase el tercero!

Allá fue temblando como azogado el más joven, Ramón, de dieciséis años, que era el candor y la inocencia personificados. Poeta sin saber lo que era la poesía (apenas sabía escribir), en su mente siempre estaban formándose quimeras; siempre sumido en ensueños y fantasías.

Arrodillóse, puso la cara cerca de la celosía, y comenzó a confesarse. Llegaron adonde estaba la madre, envueltas en confuso murmullo, las palabras:

-… … …sufrir … … … enamorado… … … soñar… … …oveja….


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